En mis sesiones con entrenadores y directivos, es habitual que destaquen detalles gratificantes de su trabajo en equipo. Describen grandes momentos en los que liderar es sinónimo de satisfacción.
Cuando el equipo más los necesita, ellos –los líderes- siempre quieren estar, ¡y suelen estar! Pero todo tiene un precio:
- Tiempo-energía dedicado a escuchar a cada miembro del equipo
- Tiempo-energía dedicado a pensar mejoras para el equipo
- Tiempo-energía dedicado a tomar decisiones para el equipo
Tiempo-energía…, siempre para el equipo.
¿Y quién cuida al líder?
La “soledad del entrenador”, me dijo una vez un experimentado entrenador deportivo. Y siguió con su relato:
“Desde arriba siempre nos piden resultados, miras para abajo y te espera tu equipo.”
Esto es algo que con muchísima frecuencia también siente cualquier directivo que lidera un equipo de trabajo. En contextos de tanta exigencia y responsabilidad, ese foco permanente en los demás, sumado a la engañosa relación entre la multitarea y los resultados, suele poner en peligro el equilibrio y bienestar del líder.
Tiempo-energía…, para uno mismo.
Si lideras un equipo, y te resuena algo de lo que aquí se describe, te propongo una PAUSA:
- ¿Qué me aporta energía de todo lo que hago en mi trabajo?
- ¿Cómo quiero incorporarlo a mi rutina semanal?
- ¿Qué me aporta energía de todo lo que hago fuera de mi trabajo?
- ¿Cómo quiero incorporarlo a mi rutina semanal?
¡Muy sencillo! Tan sencillo que suele “pasarte de largo”. Esa pausa para ti, seguro te dará la oportunidad de dar respuestas a las preguntas anteriores.
Sigue trabajando para tu equipo, pero que eso nunca te haga olvidar el cuidar de ti mismo. Liderar-me es el primer y gran paso para liderar a los demás.
¡Ganarás tú…, y los que te siguen!